Dios te confió un espíritu que debes formar. Te entrega un bebé y debes devolver un hombre. No es una posesión es un préstamo, un desafío, una obra maestra. Cuídalo, pero no demasiado, ámalo, pero no demasiado.
Puede ser un espíritu joven que necesita un tutor, como las plantas, para crecer noble y derecho o un espíritu viejo con experiencia, pero reincidente.
Estáte atento desde el vamos, observa sus cualidades y defectos para limar las aristas filosas y estimular su generosidad y buen corazón.
Enséñale a creer en sí mismo para que pueda tener autoestima sin llegar a la vanidad y pueda pensar en grande y engrandecer las cosas pequeñas, pero no demasiado.
Porque si lo amas demasiado puede perder la dosis exacta que le ponga límites, para saber donde comienzan y terminan sus derechos y sobre todo los de los demás.
Porque si lo amas demasiado puede que no adquiera su propia responsabilidad, cautela y medida en sus acciones. Porque haciéndolo crecer demasiado aprisa podría ser un árbol demasiado alto pero con raíces débiles, cayendo en las primeras tormentas de la vida.
Deja tiempo para la reflexión, la razón y el buen proceder, para que se torne sabio y justo.
Porque si le enseñas a creer demasiado en sí mismo puede perder la humildad y la sencillez, cualidades que marcan a todos los grandes seres. Intégralo a la sociedad para el Bien común, porque a veces demasiado Amor equivoca los roles y puede convertirse en un ídolo(figura de barro para adorar).
Demasiado cuidado puede ahogarlo y alejarlo en la búsqueda de su verdadero yo y demasiado crecimiento transformarlo en un gigante torpe y descuidado, y demasiada grandeza puede hacerlo un ídolo brillante que se ciegue con su propia luz.
Sin demasiado de todo esto tendrás un líder, enseñando el Bien a la humanidad.
Mariana Alzaga
Cada niño que nace nos revela que Dios confía en nosotros.
Muy cierto!!! Dios confía en nosotros!! Un hijo es un maravilloso don de Dios!!!!!
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